8
Que venga destrucción sobre él sin darse cuenta, y la red que él mismo tendió lo prenda, ¡que caiga en esa misma destrucción!
9
Y mi alma se regocijará en el SEÑOR; en su salvación se gozará.
10
Dirán todos mis huesos: SEÑOR, ¿quién como tú, que libras al afligido de aquel que es más fuerte que él, sí, al afligido y al necesitado de aquel que lo despoja?
11
Se levantan testigos malvados, y de lo que no sé me preguntan.
12
Me devuelven mal por bien para aflicción de mi alma.
13
Pero yo, cuando ellos estaban enfermos, vestía de cilicio; humillé mi alma con ayuno, y mi oración se repetía en mi pecho.
14
Como por mi amigo, como por mi hermano, andaba de aquí para allá; como el que está de duelo por la madre, enlutado me encorvaba.
15
Pero ellos se alegraron en mi tropiezo , y se reunieron; los agresores, a quienes no conocía, se juntaron contra mí; me despedazaban sin cesar.
16
Como bufones impíos en una fiesta, rechinaban sus dientes contra mí.
17
¿Hasta cuándo, Señor, estarás mirando? Rescata mi alma de sus estragos, mi única vida de los leones.
18
En la gran congregación te daré gracias; entre mucha gente te alabaré.