8
Cuando dijiste: Buscad mi rostro, mi corazón te respondió: Tu rostro, SEÑOR, buscaré.
9
No escondas tu rostro de mí; no rechaces con ira a tu siervo; tú has sido mi ayuda. No me abandones ni me desampares, oh Dios de mi salvación.
10
Porque aunque mi padre y mi madre me hayan abandonado, el SEÑOR me recogerá.
11
SEÑOR, enséñame tu camino, y guíame por senda llana por causa de mis enemigos.
12
No me entregues a la voluntad de mis adversarios; porque testigos falsos se han levantado contra mí, y los que respiran violencia.
13
Hubiera yo desmayado, si no hubiera creído que había de ver la bondad del SEÑOR en la tierra de los vivientes.
14
Espera al SEÑOR; esfuérzate y aliéntese tu corazón. Sí, espera al SEÑOR.