2
Acepta como incienso la oración que te ofrezco,
y mis manos levantadas, como una ofrenda vespertina.
3
Toma control de lo que digo, oh Señor
,
y guarda mis labios.
4
No permitas que me deslice hacia el mal
ni que me involucre en actos perversos.
No me dejes participar de los manjares
de quienes hacen lo malo.
5
¡Deja que los justos me golpeen!
¡Será un acto de bondad!
Si me corrigen, es un remedio calmante;
no permitas que lo rechace.
Pero oro constantemente
en contra de los perversos y de lo que hacen.
6
Cuando a sus líderes los arrojen por un acantilado,
los perversos escucharán mis palabras y descubrirán que son verdad.
7
Como las piedras que levanta el arado,
los huesos de los perversos quedarán esparcidos, sin que nadie los entierre.
8
Busco tu ayuda, oh Señor
Soberano.
Tú eres mi refugio; no dejes que me maten.
9
Líbrame de las trampas que me han tendido
y de los engaños de los que hacen el mal.
10
Que los perversos caigan en sus propias redes,
pero a mí, déjame escapar.