10
Por amor a tu siervo David,
no rechaces al rey que has ungido.
11
El Señor
le hizo un juramento a David
con una promesa que nunca retirará:
«Pondré a uno de tus descendientes
en tu trono.
12
Si tus descendientes obedecen las condiciones de mi pacto
y las leyes que les enseño,
entonces tu linaje real
continuará por siempre y para siempre».
13
Pues el Señor
ha escogido a Jerusalén;
ha querido que sea su hogar.
14
«Este es mi lugar de descanso para siempre —dijo—;
viviré aquí porque este es el hogar que he deseado.
15
Bendeciré a esta ciudad y la haré próspera;
saciaré a sus pobres con alimento.
16
Vestiré a sus sacerdotes con santidad;
sus fieles servidores cantarán de alegría.
17
Aquí aumentaré el poder de David;
mi ungido será una luz para mi pueblo.
18
Vestiré de vergüenza a sus enemigos,
pero él será un rey glorioso».