17
Le encantaba maldecir a otros;
ahora, maldícelo tú a él.
Jamás bendijo a nadie;
ahora, no lo bendigas a él.
18
Maldecir le resulta tan natural como la ropa que usa,
o el agua que bebe
o los alimentos deliciosos que come.
19
Ahora, que sus maldiciones se vuelvan en su contra y se le peguen como la ropa;
que le aprieten como un cinturón».
20
Que esas maldiciones sean el castigo del Señor
para los acusadores que hablan mal de mí.
21
Pero a mí trátame bien, Señor
Soberano,
¡por el honor de tu propia fama!
Rescátame
porque eres tan fiel y tan bueno.
22
Pues soy pobre y estoy necesitado,
y mi corazón está lleno de dolor.
23
Me desvanezco como una sombra al anochecer;
me quitan de encima como una langosta.
24
Mis rodillas están débiles de tanto ayunar
y estoy reducido a piel y huesos.
25
Soy objeto de burla para la gente;
cuando me ven, menean la cabeza en señal de desprecio.
26
¡Ayúdame, Señor
mi Dios!
Sálvame a causa de tu amor inagotable.
27
Haz que vean que esto proviene de ti,
que tú mismo lo has hecho, Señor
.
28
Entonces que me maldigan si quieren,
¡pero tú me bendecirás!
Cuando me ataquen, ¡serán deshonrados!
¡Pero yo, tu siervo, seguiré alegrándome!
29
Que mis acusadores se vistan de vergüenza;
que la humillación los cubra como un manto.
30
Pero yo daré gracias al Señor
una y otra vez,
lo alabaré ante todo el mundo.
31
Pues él está junto al necesitado,
listo para salvarlo de quienes lo condenan.