14
Que el Señor
jamás olvide los pecados de su padre;
que los pecados de su madre nunca se borren de los registros.
15
Que el Señor
siempre recuerde estos pecados,
y que su nombre desaparezca de la memoria humana.
16
Pues rehusó mostrar bondad a los demás;
persiguió al pobre y al necesitado,
y acosó hasta la muerte a los de corazón quebrantado.
17
Le encantaba maldecir a otros;
ahora, maldícelo tú a él.
Jamás bendijo a nadie;
ahora, no lo bendigas a él.
18
Maldecir le resulta tan natural como la ropa que usa,
o el agua que bebe
o los alimentos deliciosos que come.
19
Ahora, que sus maldiciones se vuelvan en su contra y se le peguen como la ropa;
que le aprieten como un cinturón».
20
Que esas maldiciones sean el castigo del Señor
para los acusadores que hablan mal de mí.
21
Pero a mí trátame bien, Señor
Soberano,
¡por el honor de tu propia fama!
Rescátame
porque eres tan fiel y tan bueno.
22
Pues soy pobre y estoy necesitado,
y mi corazón está lleno de dolor.
23
Me desvanezco como una sombra al anochecer;
me quitan de encima como una langosta.
24
Mis rodillas están débiles de tanto ayunar
y estoy reducido a piel y huesos.