10
Se lo confirmó a Jacob como un decreto
y al pueblo de Israel como un pacto eterno:
11
«Te daré la tierra de Canaán
como tu preciada posesión».
12
Eso lo dijo cuando eran unos pocos,
un pequeño grupo de extranjeros en Canaán.
13
Anduvieron de nación en nación,
de un reino a otro.
14
Sin embargo, él no permitió que nadie los oprimiera.
A favor de ellos, les advirtió a los reyes:
15
«No toquen a mi pueblo elegido
ni hagan daño a mis profetas».
16
Mandó hambre a la tierra de Canaán,
y cortó la provisión de alimentos.
17
Luego envió a un hombre a Egipto delante de ellos:
a José, quien fue vendido como esclavo.
18
Le lastimaron los pies con grilletes
y en el cuello le pusieron un collar de hierro.
19
Hasta que llegó el momento de cumplir sus sueños,
el Señor
puso a prueba el carácter de José.
20
Entonces el faraón mandó a buscarlo y lo puso en libertad;
el gobernante de la nación le abrió la puerta de la cárcel.
21
José quedó a cargo de toda la casa del rey;
llegó a ser el administrador de todas sus posesiones.
22
Con total libertad instruía a los asistentes del rey
y enseñaba a los consejeros del rey.
23
Luego Israel llegó a Egipto;
Jacob vivió como extranjero en la tierra de Cam.
24
Y el Señor
multiplicó a los israelitas
hasta que llegaron a ser más poderosos que sus enemigos.
25
Después puso a los egipcios en contra del pueblo de Israel,
y ellos conspiraron contra los siervos del Señor
.
26
Pero el Señor
envió a su siervo Moisés,
junto con Aarón, a quien había escogido.
27
Ellos realizaron señales asombrosas entre los egipcios,
y maravillas en la tierra de Cam.
28
El Señor
cubrió a Egipto con oscuridad,
porque los egipcios desobedecieron las órdenes de dejar ir a su pueblo.
29
Convirtió sus aguas en sangre
y envenenó a todos los peces.
30
Luego las ranas infestaron la tierra
y hasta invadieron las habitaciones del rey.