4
Los vientos son tus mensajeros,
las llamas de fuego, tus sirvientes.
5
Colocaste el mundo sobre sus cimientos,
así jamás se removerá.
6
Vestiste a la tierra con torrentes de agua,
agua que cubrió aun a las montañas.
7
A tu orden, el agua huyó;
al sonido de tu trueno, salió corriendo.
8
Las montañas se elevaron y los valles se hundieron
hasta el nivel que tú decretaste.
9
Después, fijaste un límite para los mares,
para que nunca más cubrieran la tierra.
10
Tú haces que los manantiales viertan agua en los barrancos,
para que los arroyos broten con fuerza y desciendan desde las montañas.
11
Proveen agua a todos los animales,
y los burros salvajes sacian su sed.
12
Las aves hacen sus nidos junto a los arroyos
y cantan entre las ramas de los árboles.
13
Desde tu hogar celestial, envías lluvia sobre las montañas
y colmas la tierra con el fruto de tus obras.
14
Haces crecer el pasto para los animales
y las plantas para el uso de la gente.
Les permites producir alimento con el fruto de la tierra:
15
vino para que se alegren,
aceite de oliva para aliviarles la piel,
y pan para que se fortalezcan.
16
Los árboles del Señor
están bien cuidados,
los cedros del Líbano que plantó.
17
Allí hacen sus nidos las aves,
y en los cipreses las cigüeñas hacen su hogar.
18
En lo alto de las montañas viven las cabras salvajes,
y las rocas forman un refugio para los damanes.
19
Creaste la luna para que marcara las estaciones,
y el sol sabe cuándo ponerse.
20
Envías la oscuridad, y se hace de noche,
la hora en que merodean los animales del bosque.
21
Los leones jóvenes rugen por su presa,
acechan en busca del alimento que Dios les provee.
22
Al amanecer, se escabullen
y se meten en sus guaridas para descansar.
23
Entonces la gente sale a trabajar
y realiza sus labores hasta el anochecer.
24
Oh Señor
, ¡cuánta variedad de cosas has creado!
Las hiciste todas con tu sabiduría;
la tierra está repleta de tus criaturas.