10
—No —le dijeron—, queremos ir contigo a tu pueblo.
11
Pero Noemí respondió:
—¿Por qué habrían de continuar conmigo? ¿Acaso puedo tener más hijos que crezcan y sean sus esposos?
12
No, hijas mías, regresen a la casa de sus padres, porque ya soy demasiado vieja para volverme a casar. Aunque fuera posible, y me casara esta misma noche y tuviera hijos varones, entonces, ¿qué?
13
¿Esperarían ustedes hasta que ellos crecieran y se negarían a casarse con algún otro? ¡Por supuesto que no, hijas mías! La situación es mucho más amarga para mí que para ustedes, porque el Señor
mismo ha levantado su puño contra mí.
14
Entonces volvieron a llorar juntas y Orfa se despidió de su suegra con un beso, pero Rut se aferró con firmeza a Noemí.
15
—Mira —le dijo Noemí—, tu cuñada regresó a su pueblo y a sus dioses. Tú deberías hacer lo mismo.
16
Pero Rut respondió:
—No me pidas que te deje y regrese a mi pueblo. A donde tú vayas, yo iré; dondequiera que tú vivas, yo viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios.
17
Donde tú mueras, allí moriré y allí me enterrarán. ¡Que Dios me castigue severamente si permito que algo nos separe, aparte de la muerte!
18
Cuando Noemí vio que Rut estaba decidida a irse con ella, no insistió más.
19
De modo que las dos siguieron el viaje. Cuando entraron a Belén, todo el pueblo se conmocionó por causa de su llegada.
—¿De verdad es Noemí? —preguntaban las mujeres.
20
—No me llamen Noemí —contestó ella—. Más bien llámenme Mara,
porque el Todopoderoso me ha hecho la vida muy amarga.
21
Me fui llena, pero el Señor
me ha traído vacía a casa. ¿Por qué llamarme Noemí cuando el Señor
me ha hecho sufrir
y el Todopoderoso ha enviado semejante tragedia sobre mí?
22
Así que Noemí regresó de Moab acompañada de su nuera Rut, la joven moabita. Llegaron a Belén a fines de la primavera, al comienzo de la cosecha de la cebada.