30
era la arquitecta a su lado.
Yo era su constante deleite,
y me alegraba siempre en su presencia.
31
¡Qué feliz me puse con el mundo que él creó;
cuánto me alegré con la familia humana!
32
»Y ahora, hijos míos, escúchenme,
pues todos los que siguen mis caminos son felices.
33
Escuchen mi instrucción y sean sabios;
no la pasen por alto.
34
¡Alegres son los que me escuchan,
y están atentos a mis puertas día tras día,
y me esperan afuera de mi casa!
35
Pues todo el que me encuentra, halla la vida
y recibe el favor del Señor
.
36
Pero el que no me encuentra se perjudica a sí mismo.
Todos los que me odian aman la muerte».