3
¡Nunca permitas que la lealtad ni la bondad te abandonen!
Átalas alrededor de tu cuello como un recordatorio.
Escríbelas en lo profundo de tu corazón.
4
Entonces tendrás tanto el favor de Dios como el de la gente,
y lograrás una buena reputación.
5
Confía en el Señor
con todo tu corazón,
no dependas de tu propio entendimiento.
6
Busca su voluntad en todo lo que hagas,
y él te mostrará cuál camino tomar.
7
No te dejes impresionar por tu propia sabiduría.
En cambio, teme al Señor
y aléjate del mal.
8
Entonces dará salud a tu cuerpo
y fortaleza a tus huesos.
9
Honra al Señor
con tus riquezas
y con lo mejor de todo lo que produces.
10
Entonces él llenará tus graneros,
y tus tinajas se desbordarán de buen vino.
11
Hijo mío, no rechaces la disciplina del Señor
ni te enojes cuando te corrige.
12
Pues el Señor
corrige a los que ama,
tal como un padre corrige al hijo que es su deleite.
13
Alegre es el que encuentra sabiduría,
el que adquiere entendimiento.
14
Pues la sabiduría da más ganancia que la plata
y su paga es mejor que el oro.
15
La sabiduría es más preciosa que los rubíes;
nada de lo que desees puede compararse con ella.
16
Con la mano derecha, te ofrece una larga vida;
con la izquierda, riquezas y honor.
17
Te guiará por sendas agradables,
todos sus caminos dan satisfacción.
18
La sabiduría es un árbol de vida a los que la abrazan;
felices son los que se aferran a ella.
19
Con sabiduría el Señor
fundó la tierra,
con entendimiento creó los cielos.
20
Con su conocimiento se abrieron las fuentes profundas de la tierra
e hizo que el rocío se asiente bajo el cielo de la noche.
21
Hijo mío, no pierdas de vista el sentido común ni el discernimiento.
Aférrate a ellos,
22
porque refrescarán tu alma;
son como las joyas de un collar.
23
Te mantienen seguro en tu camino,
y tus pies no tropezarán.
24
Puedes irte a dormir sin miedo;
te acostarás y dormirás profundamente.
25
No hay por qué temer la calamidad repentina
ni la destrucción que viene sobre los perversos,
26
porque el Señor
es tu seguridad.
Él cuidará que tu pie no caiga en una trampa.
27
No dejes de hacer el bien a todo el que lo merece,
cuando esté a tu alcance ayudarlos.
28
Si puedes ayudar a tu prójimo hoy, no le digas:
«Vuelve mañana y entonces te ayudaré».
29
No trames hacerle daño a tu vecino,
porque los que viven cerca confían en ti.
30
No busques pelea sin motivo,
cuando nadie te ha hecho daño.
31
No envidies a las personas violentas,
ni imites su conducta.
32
El Señor
detesta a esa gente perversa;
en cambio, ofrece su amistad a los justos.
33
El Señor
maldice la casa del perverso,
pero bendice el hogar de los justos.