11
Hijo mío, no rechaces la disciplina del SEÑOR ni aborrezcas su reprensión,
12
porque el SEÑOR a quien ama reprende, como un padre al hijo en quien se deleita.
13
Bienaventurado el hombre que halla sabiduría y el hombre que adquiere entendimiento;
14
porque su ganancia es mejor que la ganancia de la plata, y sus utilidades mejor que el oro fino.
15
Es más preciosa que las joyas, y nada de lo que deseas se compara con ella.
16
Larga vida hay en su mano derecha, en su mano izquierda, riquezas y honra.
17
Sus caminos son caminos agradables y todas sus sendas, paz.
18
Es árbol de vida para los que de ella echan mano, y felices son los que la abrazan.
19
Con sabiduría fundó el SEÑOR la tierra, con inteligencia estableció los cielos.
20
Con su conocimiento los abismos fueron divididos y los cielos destilan rocío.
21
Hijo mío, no se aparten estas cosas de tus ojos, guarda la prudencia y la discreción,
22
y serán vida para tu alma, y adorno para tu cuello.
23
Entonces andarás con seguridad por tu camino, y no tropezará tu pie.
24
Cuando te acuestes no tendrás temor, sí, te acostarás y será dulce tu sueño.
25
No temerás el pavor repentino, ni el ataque de los impíos cuando venga,
26
porque el SEÑOR será tu confianza, y guardará tu pie de ser apresado.
27
No niegues el bien a quien se le debe, cuando esté en tu mano el hacerlo.
28
No digas a tu prójimo: Ve y vuelve, y mañana te lo daré, cuando lo tienes contigo.
29
No trames el mal contra tu prójimo, mientras habite seguro a tu lado.
30
No contiendas con nadie sin motivo, si no te ha hecho daño.
31
No envidies al hombre violento, y no escojas ninguno de sus caminos;