9
El perfume y el incienso alegran el corazón,
y el dulce consejo de un amigo es mejor que la confianza propia.
10
Nunca abandones a un amigo,
sea tuyo o de tu padre.
Cuando ocurra la calamidad, no tendrás que pedirle ayuda a tu hermano.
Mejor es recurrir a un vecino que a un hermano que vive lejos.
11
Sé sabio, hijo mío, y alegra mi corazón.
Entonces podré responder a los que me critican.
12
El prudente se anticipa al peligro y toma precauciones.
El simplón sigue adelante a ciegas y sufre las consecuencias.
13
Al que salga fiador por la deuda de un desconocido, pídele una garantía.
Exígele un depósito como garantía si lo hace por extranjeros.
14
Un saludo alegre y en voz alta temprano en la mañana,
¡será considerado una maldición!
15
Una esposa que busca pleitos es tan molesta
como una gotera continua en un día de lluvia.
16
Poner fin a sus quejas es como tratar de detener el viento
o de sostener algo con las manos llenas de grasa.
17
Como el hierro se afila con hierro,
así un amigo se afila con su amigo.
18
Como a los que cuidan de la higuera se les permite comer del fruto,
así serán recompensados los empleados que protegen los intereses de su patrón.
19
Así como el rostro se refleja en el agua,
el corazón refleja a la persona tal como es.
20
Así como la Muerte y la Destrucción
nunca se sacian,
el deseo del hombre nunca queda satisfecho.
21
El fuego prueba la pureza del oro y de la plata,
pero la persona es probada por las alabanzas que recibe.
22
Es imposible separar al necio de su necedad,
aunque lo muelas como al grano en un mortero.
23
Mantente al tanto del estado de tus rebaños
y entrégate de lleno al cuidado de tus ganados,
24
porque las riquezas no duran para siempre,
y tal vez la corona no pase a la próxima generación.
25
Cuando se haya cosechado el heno y aparezca la nueva cosecha
y se recojan las hierbas de los montes,
26
tus ovejas proveerán la lana para vestirte,
y tus cabras servirán para comprar un campo.
27
Y tendrás suficiente leche de cabra para ti,
para tu familia y para tus criadas.