26
Oh, hijo mío, dame tu corazón;
que tus ojos se deleiten en seguir mis caminos.
27
Una prostituta es una trampa peligrosa;
la mujer promiscua es tan peligrosa como caer en un pozo estrecho.
28
Se esconde y espera como lo hace un ladrón,
ansiosa por hacer que más hombres sean infieles.
29
¿Quién tiene angustia? ¿Quién siente tristeza?
¿Quién es el que siempre pelea? ¿Quién está siempre quejándose?
¿Quién tiene moretones sin motivo? ¿Quién tiene los ojos rojos?
30
Es el que pasa muchas horas en las tabernas,
probando nuevos tragos.
31
No te fijes en lo rojo que es el vino,
ni en cómo burbujea en la copa, ni en lo suave que se desliza.
32
Pues al final muerde como serpiente venenosa;
pica como una víbora.
33
Tendrás alucinaciones
y dirás disparates.
34
Te tambalearás como un marinero en alta mar,
aferrado a un mástil que se mueve.
35
Y entonces dirás: «Me golpearon pero no lo sentí.
Ni siquiera me di cuenta cuando me dieron la paliza.
¿Cuándo despertaré
para ir en busca de otro trago?».