8
Yo respondí: «Todo lo que dices es puro cuento. Tú mismo inventaste todo».
9
Solo trataban de intimidarnos, creían que podrían desalentarnos y detener la obra. De modo que seguí con el trabajo más decidido que nunca.
10
Más adelante fui a visitar a Semaías, hijo de Delaía y nieto de Mehetabel, que estaba recluido en su casa. Me dijo:
—Reunámonos dentro del templo de Dios y cerremos las puertas con cerrojos. Tus enemigos vienen a matarte esta noche.
11
Pero yo respondí:
—¿Acaso debería una persona en mi posición huir del peligro? ¿Acaso debería alguien en mi posición entrar al templo para salvar su vida? ¡No lo haré!
12
Me di cuenta de que Dios no le había hablado, sino que decía esa profecía contra mí porque Tobías y Sanbalat lo habían contratado.
13
Ellos esperaban intimidarme y hacerme pecar. De esa forma podrían acusarme y desacreditarme.
14
Oh Dios mío, acuérdate de todas las cosas malvadas que Tobías y Sanbalat han hecho; y recuerda a la profetisa Noadías y a todos los profetas como ella que trataron de intimidarme.
15
Los trabajadores completan la muralla
Así que el 2 de octubre,
a los cincuenta y dos días después de comenzar la obra, se terminó la muralla.
16
Cuando se enteraron nuestros enemigos y las naciones vecinas, se sintieron aterrorizados y humillados. Se dieron cuenta de que esta obra se había realizado con la ayuda de nuestro Dios.
17
Durante esos cincuenta y dos días, circularon muchas cartas entre Tobías y los nobles de Judá.
18
Pues muchos en Judá le habían jurado lealtad porque su suegro era Secanías, hijo de Ara, y Johanán, su hijo, estaba casado con la hija de Mesulam, hijo de Berequías.
19
Constantemente ellos me hablaban de las buenas acciones de Tobías, y luego le contaban todo lo que yo decía. Por su parte, Tobías no dejaba de enviarme cartas amenazadoras a fin de intimidarme.