4
Cuatro veces me enviaron el mismo mensaje, y cada vez les respondí lo mismo.
5
La quinta vez, el sirviente de Sanbalat llegó con una carta abierta en su mano
6
que decía:
«Circula un rumor entre las naciones vecinas, y Gesem
me asegura que es cierto, que tú y los judíos piensan rebelarse y que por eso reconstruyen la muralla. Según sus informes, tú te propones ser el rey.
7
También informa que has nombrado profetas en Jerusalén para que proclamen acerca de ti: “¡Atención! ¡Hay rey en Judá!”.
»Puedes tener la seguridad de que este informe llegará a oídos del rey, de modo que sugiero que vengas a hablar conmigo del asunto».
8
Yo respondí: «Todo lo que dices es puro cuento. Tú mismo inventaste todo».
9
Solo trataban de intimidarnos, creían que podrían desalentarnos y detener la obra. De modo que seguí con el trabajo más decidido que nunca.
10
Más adelante fui a visitar a Semaías, hijo de Delaía y nieto de Mehetabel, que estaba recluido en su casa. Me dijo:
—Reunámonos dentro del templo de Dios y cerremos las puertas con cerrojos. Tus enemigos vienen a matarte esta noche.
11
Pero yo respondí:
—¿Acaso debería una persona en mi posición huir del peligro? ¿Acaso debería alguien en mi posición entrar al templo para salvar su vida? ¡No lo haré!
12
Me di cuenta de que Dios no le había hablado, sino que decía esa profecía contra mí porque Tobías y Sanbalat lo habían contratado.
13
Ellos esperaban intimidarme y hacerme pecar. De esa forma podrían acusarme y desacreditarme.
14
Oh Dios mío, acuérdate de todas las cosas malvadas que Tobías y Sanbalat han hecho; y recuerda a la profetisa Noadías y a todos los profetas como ella que trataron de intimidarme.