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La serpiente de bronce
Luego el pueblo de Israel salió del monte Hor y tomó el camino hacia el mar Rojo
para bordear la tierra de Edom; pero el pueblo se impacientó con tan larga jornada
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y comenzó a hablar contra Dios y Moisés: «¿Por qué nos sacaron de Egipto para morir aquí en el desierto? —se quejaron—. Aquí no hay nada para comer ni agua para beber. ¡Además, detestamos este horrible maná!».
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Entonces el Señor
envió serpientes venenosas entre el pueblo y muchos fueron mordidos y murieron.
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Así que el pueblo acudió a Moisés y clamó: «Hemos pecado al hablar contra el Señor
y contra ti. Pide al Señor
que quite las serpientes».
Así pues, Moisés oró por el pueblo.
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Entonces el Señor
le dijo a Moisés: «Haz la figura de una serpiente venenosa y átala a un poste. Todos los que sean mordidos vivirán tan solo con mirar la serpiente».
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Así que Moisés hizo una serpiente de bronce y la ató a un poste. ¡Entonces los que eran mordidos por una serpiente miraban la serpiente de bronce y sanaban!
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Viaje de Israel a Moab
Después, los israelitas viajaron a Obot y acamparon allí.
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Luego siguieron a Ije-abarim, en el desierto situado en la frontera oriental de Moab.
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De allí viajaron al valle del arroyo Zered y armaron el campamento.
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Después partieron y acamparon en el otro lado del río Arnón, en el desierto junto al territorio amorreo. El río Arnón forma la frontera que divide a los moabitas de los amorreos.
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Por esta razón
habla de la ciudad de Vaheb en la región de Sufa, de los barrancos del río Arnón,
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y de los barrancos que se extienden hasta los asentamientos de Ar en la frontera de Moab.
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De allí los israelitas viajaron a Beer,
el pozo donde el Señor
le dijo a Moisés: «Reúne al pueblo y yo les daré agua».
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Allí los israelitas entonaron el siguiente canto:
«¡Brota, oh pozo!
¡Sí, canten sus alabanzas!
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Canten de este pozo,
que príncipes excavaron,
que grandes líderes abrieron
con sus cetros y varas».
Luego los israelitas salieron del desierto y pasaron por Mataná,
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Nahaliel y Bamot.
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Después fueron al valle en Moab donde está la cima del monte Pisga, con vista a la tierra baldía.
21
Victoria sobre Sehón y Og
Después los israelitas enviaron embajadores a Sehón, rey de los amorreos, con el siguiente mensaje:
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«Permítenos atravesar tu territorio. Tendremos cuidado de no pasar por tus campos y viñedos, ni siquiera beberemos agua de tus pozos. Seguiremos derecho por el camino real hasta que hayamos atravesado tu territorio».
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Sin embargo, el rey Sehón rehusó permitirles atravesar su territorio. En cambio, movilizó a todo su ejército y atacó a Israel en el desierto y peleó con ellos en Jahaza.
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Así que los israelitas los masacraron a filo de espada y ocuparon su tierra, desde el río Arnón hasta el río Jaboc. Avanzaron solo hasta los límites de los amonitas porque su frontera estaba fortificada.
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De manera que Israel tomó todas las ciudades amorreas y se estableció en ellas, incluida la ciudad de Hesbón y sus aldeas vecinas.
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Hesbón había sido la capital de Sehón, rey de los amorreos. Él había derrotado al rey moabita anterior y se había apoderado de toda su tierra hasta el río Arnón.
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Por eso los poetas antiguos escribieron lo siguiente sobre él:
«¡Vengan a Hesbón y que sea reconstruida!
Que la ciudad de Sehón sea restaurada.
28
Un fuego ardiente salió de Hesbón,
un incendio de la ciudad de Sehón.
Quemó la ciudad de Ar en Moab;
destruyó a los gobernantes de las alturas de Arnón.
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¡Qué aflicción te espera, oh pueblo de Moab!
¡Están acabados, oh adoradores de Quemos!
Quemos dejó a sus hijos como refugiados,
a sus hijas como cautivas de Sehón, el rey amorreo.
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Los hemos destruido por completo,
desde Hesbón hasta Dibón.
Los hemos exterminado por completo,
hasta lugares tan lejanos como Nofa y Medeba».
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Así pues, el pueblo de Israel ocupó el territorio de los amorreos.
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Después que Moisés envió hombres a explorar la región de Jazer, tomaron todas las ciudades de la región y expulsaron a los amorreos que vivían allí.
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Luego volvieron y se marcharon por el camino que se dirige a Basán, pero Og, rey de Basán, los atacó con todo su pueblo en Edrei.
34
El Señor
le dijo a Moisés: «No le tengas miedo, porque yo te lo he entregado junto con toda su gente y su tierra. Haz con él lo mismo que hiciste con Sehón, rey de los amorreos, que gobernó en Hesbón».