4
Las montañas se derriten debajo de sus pies
y se derraman sobre los valles
como cera en el fuego,
como agua que desciende de una colina.
5
¿Y por qué sucede esto?
Es a causa de la rebelión de Israel,
sí, por los pecados de toda la nación.
¿Quién es culpable de la rebelión de Israel?
¡Samaria, su ciudad capital!
¿Dónde está el centro de la idolatría en Judá?
¡En Jerusalén, su capital!
6
«Así que, yo, el Señor
, haré de la ciudad de Samaria
un montón de escombros.
Sus calles serán aradas
para plantar viñedos.
Haré rodar las piedras de sus paredes hacia el valle
hasta dejar al descubierto sus cimientos.
7
Todas sus imágenes talladas serán aplastadas;
todos sus tesoros sagrados serán quemados.
Estas cosas fueron compradas con dinero
ganado por su prostitución,
pero ahora serán arrebatadas
para pagar prostitutas en otro lugar».
8
Por lo tanto, lloraré y me lamentaré;
andaré descalzo y desnudo.
Aullaré como un chacal
y gemiré como un búho.
9
Pues la herida de mi pueblo
es demasiado profunda para sanar.
Ha llegado hasta Judá
aun hasta las puertas de Jerusalén.
10
No se lo digan a nuestros enemigos en Gat;
no lloren en absoluto.
Ustedes, pueblo de Bet-le-ofra,
revuélquense en el polvo para mostrar su desesperación.
11
Ustedes, pueblo de Safir,
vayan como cautivos al destierro, desnudos y avergonzados.
El pueblo de Zaanán
no se atreve a salir de sus murallas.
El pueblo de Bet-esel
gime
porque su casa no tiene apoyo.
12
El pueblo de Marot
con ansias espera la ayuda.
Sin embargo, solo le espera amargura,
porque el juicio del Señor
llega
a las puertas de Jerusalén.
13
Enganchen los caballos a sus carros y huyan,
pueblo de Laquis.
Ustedes fueron la primera ciudad de Judá
que siguió a Israel en su rebelión
e hicieron caer a Jerusalén
en pecado.
14
Den regalos de despedida a Moréset-gat;
porque no hay esperanza de salvarla.
La ciudad de Aczib
ha engañado a los reyes de Israel.
15
Oh, gente de Maresa,
yo enviaré un conquistador para tomar su ciudad.
Y los líderes
de Israel
irán a Adulam.
16
Oh, pueblo de Judá, rapen sus cabezas en señal de aflicción,
porque sus amados hijos les serán arrebatados.
Rápense hasta quedar calvos como un buitre,
porque sus pequeños serán desterrados a tierras lejanas.