19
Entonces, si no hacen caso al más insignificante mandamiento y les enseñan a los demás a hacer lo mismo, serán llamados los más insignificantes en el reino del cielo; pero el que obedece las leyes de Dios y las enseña será llamado grande en el reino del cielo.
20
»Les advierto: a menos que su justicia supere a la de los maestros de la ley religiosa y a la de los fariseos, nunca entrarán en el reino del cielo.
21
Enseñanza acerca del enojo
22
Pero yo digo: aun si te enojas con alguien,
¡quedarás sujeto a juicio! Si llamas a alguien idiota,
corres peligro de que te lleven ante el tribunal; y si maldices a alguien,
corres peligro de caer en los fuegos del infierno.
23
»Por lo tanto, si presentas una ofrenda en el altar del templo y de pronto recuerdas que alguien tiene algo contra ti,
24
deja la ofrenda allí en el altar. Anda y reconcíliate con esa persona. Luego ven y presenta tu ofrenda a Dios.
25
»Cuando vayas camino al juicio con tu adversario, resuelvan rápidamente las diferencias. De no ser así, el que te acusa podría entregarte al juez, quien te entregará a un oficial y te meterán en la cárcel.
26
Si eso sucede, te aseguro que no te pondrán en libertad hasta que hayas pagado el último centavo.
27
Enseñanza acerca del adulterio
28
Pero yo digo que el que mira con pasión sexual a una mujer ya ha cometido adulterio con ella en el corazón.
29
Por lo tanto, si tu ojo —incluso tu ojo bueno
— te hace caer en pasiones sexuales, sácatelo y tíralo. Es preferible que pierdas una parte de tu cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.
30
Y si tu mano —incluso tu mano más fuerte
— te hace pecar, córtala y tírala. Es preferible que pierdas una parte del cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.
31
Enseñanza acerca del divorcio
32
Pero yo digo que un hombre que se divorcia de su esposa, a menos que ella le haya sido infiel, hace que ella cometa adulterio; y el que se casa con una divorciada también comete adulterio.
33
Enseñanza acerca de los juramentos
34
Pero yo digo: ¡no hagas juramentos! No digas: “¡Por el cielo!”, porque el cielo es el trono de Dios.
35
Y no digas: “¡Por la tierra!”, porque la tierra es donde descansa sus pies. Tampoco digas: “¡Por Jerusalén!”, porque Jerusalén es la ciudad del gran Rey.
36
Ni siquiera digas: “¡Por mi cabeza!”, porque no puedes hacer que ninguno de tus cabellos se vuelva blanco o negro.
37
Simplemente di: “Sí, lo haré” o “No, no lo haré”. Cualquier otra cosa proviene del maligno.
38
Enseñanza acerca de la venganza
39
Pero yo digo: no resistas a la persona mala. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, ofrécele también la otra mejilla.