9
Y si tu ojo te hace pecar, sácatelo y tíralo. Es preferible entrar en la vida eterna con un solo ojo que tener los dos ojos y ser arrojado al fuego del infierno.
10
»Cuidado con despreciar a cualquiera de estos pequeños. Les digo que, en el cielo, sus ángeles siempre están en la presencia de mi Padre celestial.
11
12
Parábola de la oveja perdida
13
Si la encuentra, les digo la verdad, se alegrará más por esa que por las noventa y nueve que no se extraviaron.
14
De la misma manera, no es la voluntad de mi Padre celestial que ni siquiera uno de estos pequeñitos perezca.
15
Cómo corregir a otro creyente
16
pero si no te hace caso, toma a uno o dos más contigo y vuelve a hablarle, para que los dos o tres testigos puedan confirmar todo lo que digas.
17
Si aun así la persona se niega a escuchar, lleva el caso ante la iglesia. Luego, si la persona no acepta la decisión de la iglesia, trata a esa persona como a un pagano o como a un corrupto cobrador de impuestos.
18
»Les digo la verdad, todo lo que prohíban
en la tierra será prohibido en el cielo, y todo lo que permitan
en la tierra será permitido en el cielo.
19
»También les digo lo siguiente: si dos de ustedes se ponen de acuerdo aquí en la tierra con respecto a cualquier cosa que pidan, mi Padre que está en el cielo la hará.
20
Pues donde se reúnen dos o tres en mi nombre, yo estoy allí entre ellos.
21
Parábola del deudor que no perdona
Luego Pedro se le acercó y preguntó:
—Señor, ¿cuántas veces debo perdonar a alguien
que peca contra mí? ¿Siete veces?
22
—respondió Jesús—,
23
»Por lo tanto, el reino del cielo se puede comparar a un rey que decidió poner al día las cuentas con los siervos que le habían pedido prestado dinero.
24
En el proceso, le trajeron a uno de sus deudores que le debía millones de monedas de plata.
25
No podía pagar, así que su amo ordenó que lo vendieran —junto con su esposa, sus hijos y todo lo que poseía— para pagar la deuda.
26
»El hombre cayó de rodillas ante su amo y le suplicó: “Por favor, tenme paciencia y te lo pagaré todo”.
27
Entonces el amo sintió mucha lástima por él, y lo liberó y le perdonó la deuda.
28
»Pero cuando el hombre salió de la presencia del rey, fue a buscar a un compañero, también siervo, que le debía unos pocos miles de monedas de plata.
Lo tomó del cuello y le exigió que le pagara de inmediato.
29
»El compañero cayó de rodillas ante él y le rogó que le diera un poco más de tiempo. “Ten paciencia conmigo, y yo te pagaré”, le suplicó.