16
—preguntó Jesús.
17
Un hombre de la multitud tomó la palabra y dijo:
—Maestro, traje a mi hijo para que lo sanaras. Está poseído por un espíritu maligno que no le permite hablar.
18
Y, siempre que este espíritu se apodera de él, lo tira violentamente al suelo y él echa espuma por la boca, rechina los dientes y se pone rígido.
Así que les pedí a tus discípulos que echaran fuera al espíritu maligno, pero no pudieron hacerlo.
19
Jesús les dijo:
20
Así que se lo llevaron. Cuando el espíritu maligno vio a Jesús, le causó una violenta convulsión al muchacho, quien cayó al piso retorciéndose y echando espuma por la boca.
21
—preguntó Jesús al padre del muchacho.
—Desde que era muy pequeño —contestó él—.
22
A menudo el espíritu lo arroja al fuego o al agua para matarlo. Ten misericordia de nosotros y ayúdanos si puedes.
23
—preguntó Jesús—.
24
Al instante el padre clamó:
—¡Sí, creo, pero ayúdame a superar mi incredulidad!
25
Cuando Jesús vio que aumentaba el número de espectadores, reprendió al espíritu maligno.
—dijo—.
26
Entonces el espíritu gritó, le causó otra convulsión violenta al muchacho y salió de él. El muchacho quedó como muerto. Un murmullo recorrió la multitud: «Está muerto», decía la gente.