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Es como una semilla de mostaza sembrada en la tierra. Es la más pequeña de todas las semillas,
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pero se convierte en la planta más grande del huerto; sus ramas llegan a ser tan grandes que los pájaros hacen nidos bajo su sombra».
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Jesús empleó muchas historias e ilustraciones similares para enseñar a la gente, tanto como pudieran entender.
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De hecho, durante su ministerio público nunca enseñó sin usar parábolas; pero después, cuando estaba a solas con sus discípulos, les explicaba todo a ellos.
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Jesús calma la tormenta
Al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos:
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Así que dejaron a las multitudes y salieron con Jesús en la barca (aunque otras barcas los siguieron).
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Pronto se desató una tormenta feroz y olas violentas entraban en la barca, la cual empezó a llenarse de agua.
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Jesús estaba dormido en la parte posterior de la barca, con la cabeza recostada en una almohada. Los discípulos lo despertaron: «¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?», gritaron.
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Cuando Jesús se despertó, reprendió al viento y dijo a las olas:
De repente, el viento se detuvo y hubo una gran calma.
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Luego él les preguntó:
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Los discípulos estaban completamente aterrados. «¿Quién es este hombre? —se preguntaban unos a otros—. ¡Hasta el viento y las olas lo obedecen!».