2
Como era el día de descanso, los enemigos de Jesús lo vigilaban de cerca. Si sanaba la mano del hombre, tenían pensado acusarlo por trabajar en el día de descanso.
3
Jesús le dijo al hombre con la mano deforme:
4
Luego se dirigió a sus acusadores y les preguntó:
Pero ellos no quisieron contestarle.
5
Jesús miró con enojo a los que lo rodeaban, profundamente entristecido por la dureza de su corazón. Entonces le dijo al hombre:
Así que el hombre la extendió, ¡y la mano quedó restaurada!
6
Los fariseos salieron enseguida y se reunieron con los partidarios de Herodes para tramar cómo matar a Jesús.
7
Multitudes siguen a Jesús
Jesús fue al lago con sus discípulos, y una gran multitud lo siguió. La gente llegaba de toda Galilea, Judea,
8
Jerusalén, Idumea, del oriente del río Jordán y de lugares tan al norte como Tiro y Sidón. Las noticias sobre sus milagros corrían por todas partes, y una enorme cantidad de personas llegó para verlo.
9
Jesús encargó a sus discípulos que prepararan una barca para que la multitud no lo apretujara.
10
Ese día sanó a tanta gente, que todos los enfermos empujaban hacia adelante para poder tocarlo.
11
Y, cuando los que estaban poseídos por espíritus malignos
lo veían, los espíritus los arrojaban al suelo frente a él y gritaban: «¡Tú eres el Hijo de Dios!»;
12
pero Jesús ordenó severamente a los espíritus que no revelaran quién era él.