36
Uno de ellos corrió y empapó una esponja en vino agrio, la puso sobre una caña de junco y la levantó para que él pudiera beber. «¡Esperen! —dijo—. ¡A ver si Elías viene a bajarlo!».
37
Entonces Jesús soltó otro fuerte grito y dio su último suspiro.
38
Y la cortina del santuario del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
39
El oficial romano
que estaba frente a él,
al ver cómo había muerto, exclamó: «¡Este hombre era verdaderamente el Hijo de Dios!».
40
Algunas mujeres miraban de lejos, entre ellas, María Magdalena, María (la madre de Santiago el menor y de José
), y Salomé.
41
Eran seguidoras de Jesús y lo habían cuidado mientras estaba en Galilea. También estaban allí muchas otras mujeres que habían venido con él a Jerusalén.
42
Entierro de Jesús
Todo eso sucedió el viernes —el día de preparación
— anterior al día de descanso. Al acercarse la noche,
43
José de Arimatea se arriesgó y fue a ver a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. (José era miembro honorable del Concilio Supremo y esperaba la venida del reino de Dios).
44
Pilato no podía creer que Jesús ya hubiera muerto, así que llamó al oficial romano y le preguntó si ya había muerto.
45
El oficial lo confirmó, así que Pilato le dijo a José que podía llevarse el cuerpo.
46
José compró un largo lienzo de lino. Luego bajó el cuerpo de Jesús de la cruz, lo envolvió en el lienzo y lo colocó en una tumba que había sido tallada en la roca. Después hizo rodar una piedra en la entrada.
47
María Magdalena y María, la madre de José, vieron dónde ponían el cuerpo de Jesús.