3
Cuando el oficial oyó hablar de Jesús, envió a unos respetados ancianos judíos a pedirle que fuera a sanar a su esclavo.
4
De todo corazón, le suplicaron a Jesús que ayudara al hombre. Le dijeron: «Si alguien merece tu ayuda, es él;
5
pues ama al pueblo judío y hasta construyó una sinagoga para nosotros».
6
Entonces Jesús fue con ellos; pero, justo antes de que llegaran a la casa, el oficial envió a unos amigos a decir: «Señor, no te molestes en venir a mi casa, porque no soy digno de tanto honor.
7
Ni siquiera soy digno de ir a tu encuentro. Tan solo pronuncia la palabra desde donde estás y mi siervo se sanará.
8
Lo sé porque estoy bajo la autoridad de mis oficiales superiores y tengo autoridad sobre mis soldados. Solo tengo que decir: “Vayan”, y ellos van, o “vengan”, y ellos vienen. Y si les digo a mis esclavos: “Hagan esto”, lo hacen».
9
Al oírlo, Jesús quedó asombrado. Se dirigió a la multitud que lo seguía y dijo:
10
Cuando los amigos del oficial regresaron a la casa, encontraron al esclavo completamente sano.
11
Jesús resucita al hijo de una viuda
Poco después, Jesús fue con sus discípulos a la aldea de Naín, y una multitud numerosa lo siguió.
12
Cuando Jesús llegó a la entrada de la aldea, salía una procesión fúnebre. El joven que había muerto era el único hijo de una viuda, y una gran multitud de la aldea la acompañaba.
13
Cuando el Señor la vio, su corazón rebosó de compasión.
le dijo.