32
pero yo he rogado en oración por ti, Simón, para que tu fe no falle, de modo que cuando te arrepientas y vuelvas a mí fortalezcas a tus hermanos».
33
Pedro dijo:
—Señor, estoy dispuesto a ir a prisión contigo y aun a morir contigo.
34
Jesús le respondió:
35
Entonces Jesús les preguntó:
—No —respondieron ellos.
36
—les dijo—,
37
Pues ha llegado el tiempo en que se cumpla la siguiente profecía acerca de mí: “Fue contado entre los rebeldes”
. Así es, todo lo que los profetas escribieron acerca de mí se cumplirá.
38
—Mira Señor —le respondieron—, contamos con dos espadas entre nosotros.
—les dijo.
39
Jesús ora en el monte de los Olivos
Luego, acompañado por sus discípulos, Jesús salió del cuarto en el piso de arriba y, como de costumbre, fue al monte de los Olivos.
40
Allí les dijo:
41
Se alejó a una distancia como de un tiro de piedra, se arrodilló y oró:
42
«Padre, si quieres, te pido que quites esta copa de sufrimiento de mí. Sin embargo, quiero que se haga tu voluntad, no la mía».
43
Entonces apareció un ángel del cielo y lo fortaleció.
44
Oró con más fervor, y estaba en tal agonía de espíritu que su sudor caía a tierra como grandes gotas de sangre.
45
Finalmente se puso de pie y regresó adonde estaban sus discípulos, pero los encontró dormidos, exhaustos por la tristeza.
46
—les preguntó—.
47
Traicionan y arrestan a Jesús
Mientras Jesús hablaba, se acercó una multitud, liderada por Judas, uno de los doce discípulos. Judas caminó hacia Jesús para saludarlo con un beso.
48
Entonces Jesús le dijo:
49
Cuando los otros discípulos vieron lo que estaba por suceder, exclamaron: «Señor, ¿peleamos? ¡Trajimos las espadas!».
50
Y uno de ellos hirió al esclavo del sumo sacerdote cortándole la oreja derecha.
51
Pero Jesús dijo:
Y tocó la oreja del hombre y lo sanó.
52
Entonces Jesús habló a los principales sacerdotes, a los capitanes de la guardia del templo y a los ancianos, que habían venido a buscarlo.
—les preguntó—.