22
Porque en verdad, el Hijo del Hombre va según se ha determinado, pero ¡ay de aquel hombre por quien El es entregado!
23
Entonces ellos comenzaron a discutir entre sí quién de ellos sería el que iba a hacer esto.
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Se suscitó también entre ellos un altercado, sobre cuál de ellos debería ser considerado como el mayor.
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Y Jesús les dijo: Los reyes de los gentiles se enseñorean de ellos; y los que tienen autoridad sobre ellos son llamados bienhechores.
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Pero no es así con vosotros; antes, el mayor entre vosotros hágase como el menor, y el que dirige como el que sirve.
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Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No lo es el que se sienta a la mesa? Sin embargo, entre vosotros yo soy como el que sirve.
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Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas;
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y así como mi Padre me ha otorgado un reino, yo os otorgo
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que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino; y os sentaréis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel.
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Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como a trigo;
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pero yo he rogado por ti para que tu fe no falle; y tú, una vez que hayas regresado, fortalece a tus hermanos.
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Y Pedro le dijo: Señor, estoy dispuesto a ir contigo tanto a la cárcel como a la muerte.
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Pero Jesús le dijo: Te digo, Pedro, que el gallo no cantará hoy hasta que tú hayas negado tres veces que me conoces.
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Y les dijo: Cuando os envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalias, ¿acaso os faltó algo? Y ellos contestaron: No, nada.
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Entonces les dijo: Pero ahora, el que tenga una bolsa, que la lleve consigo, de la misma manera también una alforja, y el que no tenga espada, venda su manto y compre una.
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Porque os digo que es necesario que en mí se cumpla esto que está escrito: "Y CON LOS TRANSGRESORES FUE CONTADO"; pues ciertamente, lo que se refiere a mí, tiene su cumplimiento.
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Y ellos dijeron: Señor, mira, aquí hay dos espadas. Y El les dijo: Es suficiente.
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Y saliendo, se encaminó, como de costumbre, hacia el monte de los Olivos; y los discípulos también le siguieron.
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Cuando llegó al lugar, les dijo: Orad para que no entréis en tentación.
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Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra, y poniéndose de rodillas, oraba,
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diciendo: Padre, si es tu voluntad, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
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Entonces se le apareció un ángel del cielo, fortaleciéndole.
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Y estando en agonía, oraba con mucho fervor; y su sudor se volvió como gruesas gotas de sangre, que caían sobre la tierra.
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Cuando se levantó de orar, fue a los discípulos y los halló dormidos a causa de la tristeza,
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y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos y orad para que no entréis en tentación.
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Mientras todavía estaba El hablando, he aquí, llegó una multitud, y el que se llamaba Judas, uno de los doce, iba delante de ellos, y se acercó a Jesús para besarle.
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Pero Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?
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Y cuando los que rodeaban a Jesús vieron lo que iba a suceder, dijeron: Señor, ¿heriremos a espada?
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Y uno de ellos hirió al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha.
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Respondiendo Jesús, dijo: ¡Deteneos! Basta de esto. Y tocando la oreja al siervo, lo sanó.
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Entonces Jesús dijo a los principales sacerdotes, a los oficiales del templo y a los ancianos que habían venido contra El: ¿Habéis salido con espadas y garrotes como contra un ladrón?
53
Cuando estaba con vosotros cada día en el templo, no me echasteis mano; pero esta hora y el poder de las tinieblas son vuestros.
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Habiéndole arrestado, se lo llevaron y le condujeron a la casa del sumo sacerdote; mas Pedro le seguía de lejos.
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Después de encender ellos una hoguera en medio del patio, y de sentarse juntos, Pedro se sentó entre ellos.
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Y una sirvienta, al verlo sentado junto a la lumbre, fijándose en él detenidamente, dijo: También éste estaba con El.
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Pero él lo negó, diciendo: Mujer, yo no le conozco.
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Un poco después, otro al verlo, dijo: ¡Tú también eres uno de ellos! Pero Pedro dijo: ¡Hombre, no es cierto!
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Pasada como una hora, otro insistía, diciendo: Ciertamente éste también estaba con El, pues él también es galileo.
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Pero Pedro dijo: Hombre, yo no sé de qué hablas. Y al instante, estando él todavía hablando, cantó un gallo.
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Entonces el Señor se volvió y miró a Pedro. Y recordó Pedro la palabra del Señor, cómo le había dicho: Antes que el gallo cante hoy, me negarás tres veces.
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Y saliendo fuera, lloró amargamente.