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El cielo y la tierra desaparecerán, pero mis palabras no desaparecerán jamás.
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»¡Tengan cuidado! No dejen que su corazón se entorpezca con parrandas y borracheras, ni por las preocupaciones de esta vida. No dejen que ese día los agarre desprevenidos,
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como una trampa. Pues ese día vendrá sobre cada ser viviente de la tierra.
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Manténganse siempre alerta. Y oren para que sean suficientemente fuertes para escapar de los horrores que vendrán y para presentarse delante del Hijo del Hombre.
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Cada día Jesús iba al templo a enseñar y cada tarde regresaba a pasar la noche en el monte de los Olivos.
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Todas las mañanas, desde muy temprano, las multitudes se reunían en el templo para escucharlo.