37
Y cuando llegaron ya cerca de la bajada del monte de las Olivas, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzaron a alabar a Dios a gran voz por todas las maravillas que habían visto
38
diciendo: ¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en lo altísimo
39
Entonces algunos de los fariseos de la multitud, le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos
40
Y él respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían
41
Y como llegó cerca viendo la ciudad, lloró sobre ella
42
diciendo: ¡Oh si también tú conocieras, a lo menos en este tu día, lo que toca a tu paz! Mas ahora está encubierto a tus ojos
43
Porque vendrán días sobre ti, que tus enemigos te cercarán con baluarte, y te pondrán cerco, y de todas partes te pondrán en estrecho
44
y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti; y no dejarán sobre ti piedra sobre piedra; por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación
45
Y entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él
46
Diciéndoles: Escrito está: Mi Casa, Casa de oración es; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones
47
Y enseñaba cada día en el Templo; mas los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y los principales del pueblo procuraban matarle
48
Y no hallaban qué hacerle, porque todo el pueblo estaba suspenso oyéndole