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Dirán: “¡Ahí está el que comenzó un edificio y no pudo terminarlo!”.
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»¿O qué rey entraría en guerra con otro rey sin primero sentarse con sus consejeros para evaluar si su ejército de diez mil puede vencer a los veinte mil soldados que marchan contra él?
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Y, si no puede, enviará una delegación para negociar las condiciones de paz mientras el enemigo todavía esté lejos.
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Así que no puedes convertirte en mi discípulo sin dejar todo lo que posees.
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»La sal es buena para condimentar, pero si pierde su sabor, ¿cómo la harán salada de nuevo?
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La sal sin sabor no sirve ni para la tierra ni para el abono. Se tira. ¡El que tenga oídos para oír debe escuchar y entender!».