27
a una virgen llamada María. Ella estaba comprometida para casarse con un hombre llamado José, descendiente del rey David.
28
Gabriel se le apareció y dijo: «¡Saludos, mujer favorecida! ¡El Señor está contigo!»
.
29
Confusa y perturbada, María trató de pensar lo que el ángel quería decir.
30
—No tengas miedo, María —le dijo el ángel—, ¡porque has hallado el favor de Dios!
31
Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.
32
Él será muy grande y lo llamarán Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David.
33
Y reinará sobre Israel
para siempre; ¡su reino no tendrá fin!
34
—¿Pero cómo podrá suceder esto? —le preguntó María al ángel—. Soy virgen.
35
El ángel le contestó:
—El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por lo tanto, el bebé que nacerá será santo y será llamado Hijo de Dios.
36
Además, tu parienta Elisabet, ¡quedó embarazada en su vejez! Antes la gente decía que ella era estéril, pero ha concebido un hijo y ya está en su sexto mes de embarazo.
37
Pues nada es imposible para Dios.