23
Pero Gedeón respondió:
—Yo no los gobernaré ni tampoco mi hijo. ¡El Señor
los gobernará!
24
Sin embargo, tengo una petición que hacerles: que cada uno de ustedes me dé un arete del botín que recogieron de sus enemigos caídos.
(Como los enemigos eran ismaelitas, todos usaban aretes de oro).
25
—¡Con todo gusto! —le contestaron.
Así que extendieron un manto, y cada uno de ellos echó un arete de oro que había recogido del botín.
26
Todos los aretes de oro pesaron unos diecinueve kilos,
sin contar los ornamentos reales ni los pendientes ni la ropa de púrpura usada por los reyes de Madián, ni las cadenas que sus camellos llevaban en el cuello.
27
Entonces Gedeón hizo un efod sagrado con el oro y lo puso en Ofra, su pueblo natal. Pero pronto todos los israelitas se prostituyeron al rendir culto a ese efod, el cual se convirtió en una trampa para Gedeón y su familia.
28
Esa es la historia de cómo el pueblo de Israel derrotó a Madián, y este nunca se recuperó. Y hubo paz en la tierra durante el resto de la vida de Gedeón, unos cuarenta años más.
29
Luego Gedeón,
hijo de Joás, volvió a su casa.
30
Le nacieron setenta hijos varones, porque tuvo muchas esposas.
31
Además tuvo una concubina en Siquem que le dio un hijo, a quien él llamó Abimelec.
32
Gedeón murió muy anciano, y fue enterrado en la tumba de su padre Joás, en Ofra, en la tierra del clan de Abiezer.
33
En cuanto murió Gedeón, los israelitas se prostituyeron al rendir culto a las imágenes de Baal y al hacer a Baal-berit su dios.
34
Se olvidaron del Señor
su Dios, quien los había rescatado de todos los enemigos que los rodeaban.
35
Tampoco mostraron lealtad alguna con la familia de Jerobaal (es decir, Gedeón), a pesar de todo el bien que él había hecho por Israel.