4
Acampaban en territorio israelita y destruían las cosechas hasta la región de Gaza. Se llevaban todas las ovejas, las cabras, el ganado y los burros, y dejaban a los israelitas sin qué comer.
5
Estas multitudes enemigas, que venían con sus animales y sus carpas, eran como una plaga de langostas; llegaban en numerosas manadas de camellos, imposibles de contar, y no se iban hasta que la tierra quedaba desolada.
6
Así que Israel se moría de hambre en manos de los madianitas. Entonces los israelitas clamaron al Señor
por ayuda.
7
Cuando clamaron al Señor
a causa de Madián,
8
el Señor
les envió un profeta, quien dijo al pueblo de Israel: «Esto dice el Señor
, Dios de Israel: “Yo te saqué de la esclavitud en Egipto.
9
Te rescaté de los egipcios y de todos los que te oprimían. Expulsé a tus enemigos y te di sus tierras.
10
Te dije: ‘Yo soy el Señor
, tu Dios. No debes rendir culto a los dioses de los amorreos, en cuya tierra ahora vives’. Pero no me hiciste caso”».
11
Después el ángel del Señor
vino y se sentó debajo del gran árbol de Ofra que pertenecía a Joás, del clan de Abiezer. Gedeón, hijo de Joás, estaba trillando trigo en el fondo de un lagar para esconder el grano de los madianitas.
12
Entonces el ángel del Señor
se le apareció y le dijo:
—¡Guerrero valiente, el Señor
está contigo!
13
—Señor —respondió Gedeón—, si el Señor
está con nosotros, ¿por qué nos sucede todo esto? ¿Y dónde están todos los milagros que nos contaron nuestros antepasados? ¿Acaso no dijeron: “El Señor
nos sacó de Egipto”? Pero ahora el Señor
nos ha abandonado y nos entregó en manos de los madianitas.
14
Entonces el Señor
lo miró y le dijo:
—Ve tú con la fuerza que tienes y rescata a Israel de los madianitas. ¡Yo soy quien te envía!