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Cada vez que el Señor
levantaba un juez sobre Israel, él estaba con ese juez y rescataba al pueblo de sus enemigos durante toda la vida del juez. Pues el Señor
tenía compasión de su pueblo, que estaba sobrecargado de opresión y sufrimiento.
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Pero al morir el juez, la gente no solo volvía a sus prácticas corruptas, sino que se comportaba peor que sus antepasados. Seguía a otros dioses: los servía y les rendía culto. Además se negaba a abandonar sus prácticas malvadas y sus tercos caminos.
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Por eso el Señor
ardió de enojo contra Israel y dijo: «Ya que este pueblo ha violado mi pacto que hice con sus antepasados y no ha hecho caso a mis mandatos,
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ya no expulsaré a las naciones que Josué dejó sin conquistar cuando murió.
22
Lo hice para poner a prueba a Israel: para ver si seguiría o no los caminos del Señor
, como lo hicieron sus antepasados».
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Por esa razón el Señor
dejó esas naciones donde estaban. No las expulsó de inmediato, ni permitió que Josué las conquistara a todas.