7
Pero Jefté les respondió:
—¿Acaso no son ustedes los mismos que me odiaban y me echaron de la casa de mi padre? ¿Por qué vienen a buscarme ahora que están en apuros?
8
—Porque te necesitamos —contestaron los ancianos—. Si marchas al frente de nosotros a la batalla contra los amonitas, te proclamaremos gobernante de todo el pueblo de Galaad.
9
Jefté les dijo a los ancianos:
—A ver si entiendo bien: si voy con ustedes y el Señor
me da la victoria sobre los amonitas, ¿de veras me harán gobernante de todo el pueblo?
10
—El Señor
es nuestro testigo —contestaron los ancianos—. Prometemos hacer todo lo que tú digas.
11
Entonces Jefté fue con los ancianos de Galaad, y el pueblo lo proclamó gobernante y comandante del ejército. En Mizpa, en presencia del Señor
, Jefté repitió lo que les había dicho a los ancianos.
12
Luego Jefté envió mensajeros al rey de Amón, para preguntarle:
—¿Por qué has salido a pelear contra mi tierra?
13
El rey de Amón contestó a los mensajeros de Jefté:
—Cuando los israelitas salieron de Egipto, me robaron la tierra desde el río Arnón hasta el río Jaboc, y desde allí hasta el Jordán. Así que ahora, devuélvanme mi tierra pacíficamente.
14
En respuesta, Jefté le envió al rey amonita el siguiente mensaje:
15
«Esto es lo que dice Jefté: Israel no robó ninguna tierra ni a Moab ni a Amón.
16
Cuando los israelitas llegaron a Cades, en su viaje desde Egipto, después de cruzar el mar Rojo,
17
enviaron mensajeros al rey de Edom para pedirle que les permitiera pasar por su tierra. Pero su petición fue denegada. Entonces le pidieron lo mismo al rey de Moab, pero él tampoco los dejó pasar por su tierra. Por eso el pueblo de Israel se quedó en Cades.