3
Entonces Jefté huyó de sus hermanos y se fue a vivir en la región de Tob, donde se le juntaron unos hombres sin escrúpulos, que salían con él a cometer fechorías.
4
Después de algún tiempo, cuando los amonitas hicieron la guerra contra Israel,
5
los ancianos de Galaad fueron a traer a Jefté de la tierra de Tob.
6
—Ven —le dijeron—, sé nuestro jefe, para que podamos luchar contra los amonitas.
7
Jefté les contestó:—¿No eran ustedes los que me odiaban y me echaron de la casa de mi padre? ¿Por qué vienen a verme ahora, cuando están en apuros?
8
Los ancianos de Galaad le dijeron:—Por eso ahora venimos a verte. Ven con nosotros a luchar contra los amonitas, y serás el caudillo de todos los que vivimos en Galaad.
9
Jefté respondió:—Si me llevan con ustedes para luchar contra los amonitas y el SEÑOR me los entrega, entonces de veras seré el caudillo de ustedes.
10
Los ancianos de Galaad le aseguraron:—El SEÑOR es nuestro testigo: haremos lo que tú digas.
11
Jefté fue con los ancianos de Galaad, y el pueblo lo puso como su caudillo y jefe. Y reiteró en Mizpa todas sus palabras en presencia del SEÑOR.
12
Entonces Jefté envió unos mensajeros al rey de los amonitas, para que le preguntaran:—¿Qué tienes contra mí, que has venido a hacerle la guerra a mi país?
13
El rey de los amonitas respondió a los mensajeros de Jefté:—Cuando Israel salió de Egipto, se apoderó de mi tierra desde el Arnón hasta el Jaboc, e incluso hasta el Jordán. Ahora devuélvemela por las buenas.