22
desde el río Arnón hasta el río Jaboc, y desde el desierto oriental hasta el Jordán.
23
»Así que, como ves, fue el Señor
, Dios de Israel, quien les quitó la tierra a los amorreos y se la dio a Israel. Entonces, ¿por qué tendríamos que devolvértela a ti?
24
Tú quédate con todo lo que te dé tu dios Quemos, y nosotros nos quedaremos con todo lo que nos dé el Señor
nuestro Dios.
25
¿Acaso eres tú mejor que Balac, hijo de Zipor, rey de Moab? ¿Intentó él presentar argumentos contra Israel por territorios en conflicto? ¿Entró en guerra con los israelitas?
26
»Hace trescientos años que Israel vive aquí, tanto en Hesbón como en los asentamientos de alrededor, hasta Aroer y sus asentamientos, y en todas las ciudades a lo largo del río Arnón. ¿Por qué no has hecho ningún esfuerzo hasta ahora para recuperar la tierra?
27
Por lo tanto, yo no pequé contra ti. Más bien, tú me hiciste daño al atacarme. Que el Señor
, quien es juez, decida hoy quién de nosotros tiene la razón: si Amón o Israel».
28
Pero el rey de Amón no hizo caso al mensaje de Jefté.
29
El voto de Jefté
En esa ocasión, el Espíritu del Señor
vino sobre Jefté, y él recorrió toda la tierra de Galaad y de Manasés, incluida Mizpa en Galaad y, desde allí, lideró al ejército contra los amonitas.
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Y Jefté hizo un voto al Señor
: «Si me das la victoria sobre los amonitas,
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yo entregaré al Señor
al primero que salga de mi casa para recibirme cuando regrese triunfante. Lo sacrificaré como ofrenda quemada».
32
Así que Jefté dirigió al ejército contra los amonitas, y el Señor
le dio la victoria.
33
Aplastó a los amonitas, devastó unas veinte ciudades desde Aroer hasta una zona cerca de Minit, y desde allí hasta Abel-keramim. De esa forma, Israel derrotó a los amonitas.
34
Cuando Jefté volvió a su casa en Mizpa, su hija salió a recibirlo tocando una pandereta y danzando de alegría. Ella era su hija única, ya que él no tenía más hijos ni hijas.
35
Cuando la vio, se rasgó la ropa en señal de angustia.
—¡Hija mía! —clamó—. ¡Me has destruido por completo! ¡Me has traído una gran calamidad! Pues hice un voto al Señor
y no puedo dejar de cumplirlo.
36
Y ella le dijo:
—Padre, si hiciste un voto al Señor
, debes hacer conmigo lo que prometiste, porque el Señor
te ha dado una gran victoria sobre tus enemigos, los amonitas.
37
Pero antes, permíteme hacer una sola cosa: déjame subir a deambular por las colinas y a llorar con mis amigas durante dos meses, porque moriré virgen.
38
—Puedes ir —le dijo Jefté.
Y la dejó salir por el término de dos meses. Ella y sus amigas subieron a las colinas y lloraron porque ella nunca tendría hijos.
39
Cuando volvió a su casa, su padre cumplió el voto que había hecho, y ella murió virgen.
Así que se hizo costumbre en Israel
40
que las jóvenes israelitas se ausentaran cuatro días cada año para lamentar la desgracia de la hija de Jefté.