4
Debemos llevar a cabo cuanto antes las tareas que nos encargó el que nos envió.
Pronto viene la noche cuando nadie puede trabajar;
5
pero mientras estoy aquí en el mundo, yo soy la luz del mundo.
6
Luego escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva y lo untó en los ojos del ciego.
7
Le dijo:
, (Siloé significa «enviado»). Entonces el hombre fue, se lavó, ¡y regresó viendo!
8
Sus vecinos y otros que lo conocían como un pordiosero ciego se preguntaban: «¿No es ese el hombre que solía sentarse a mendigar?».
9
Algunos decían que sí, y otros decían: «No, solo se le parece».
Pero el mendigo seguía diciendo: «¡Sí, soy yo!».
10
Le preguntaron:
—¿Quién te sanó? ¿Cómo sucedió?
11
Él les dijo:
—El hombre al que llaman Jesús hizo lodo, me lo untó en los ojos y me dijo: “Ve al estanque de Siloé y lávate”. Entonces fui, me lavé, ¡y ahora puedo ver!
12
—¿Dónde está él ahora? —le preguntaron.
—No lo sé —contestó.
13
Entonces llevaron ante los fariseos al hombre que había sido ciego,
14
porque era día de descanso cuando Jesús hizo el lodo y lo sanó.