2
—Rabí,
¿por qué nació ciego este hombre? —le preguntaron sus discípulos—. ¿Fue por sus propios pecados o por los de sus padres?
3
—contestó Jesús—,
4
Debemos llevar a cabo cuanto antes las tareas que nos encargó el que nos envió.
Pronto viene la noche cuando nadie puede trabajar;
5
pero mientras estoy aquí en el mundo, yo soy la luz del mundo.
6
Luego escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva y lo untó en los ojos del ciego.
7
Le dijo:
, (Siloé significa «enviado»). Entonces el hombre fue, se lavó, ¡y regresó viendo!
8
Sus vecinos y otros que lo conocían como un pordiosero ciego se preguntaban: «¿No es ese el hombre que solía sentarse a mendigar?».
9
Algunos decían que sí, y otros decían: «No, solo se le parece».
Pero el mendigo seguía diciendo: «¡Sí, soy yo!».
10
Le preguntaron:
—¿Quién te sanó? ¿Cómo sucedió?
11
Él les dijo:
—El hombre al que llaman Jesús hizo lodo, me lo untó en los ojos y me dijo: “Ve al estanque de Siloé y lávate”. Entonces fui, me lavé, ¡y ahora puedo ver!
12
—¿Dónde está él ahora? —le preguntaron.
—No lo sé —contestó.