3
Mientras hablaba, los maestros de la ley religiosa y los fariseos le llevaron a una mujer que había sido sorprendida en el acto de adulterio; la pusieron en medio de la multitud.
4
«Maestro —le dijeron a Jesús—, esta mujer fue sorprendida en el acto de adulterio.
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La ley de Moisés manda apedrearla, ¿tú qué dices?».
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Intentaban tenderle una trampa para que dijera algo que pudieran usar en su contra, pero Jesús se inclinó y escribió con el dedo en el polvo.
7
Como ellos seguían exigiéndole una respuesta, él se incorporó nuevamente y les dijo:
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Luego volvió a inclinarse y siguió escribiendo en el polvo.
9
Al oír eso, los acusadores se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los de más edad, hasta que quedaron sólo Jesús y la mujer en medio de la multitud.
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Entonces Jesús se incorporó de nuevo y le dijo a la mujer:
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—Ni uno, Señor —dijo ella.
—le dijo Jesús—.
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Jesús, la luz del mundo
Jesús habló una vez más al pueblo y dijo:
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Los fariseos respondieron:
—¡Tú haces esas declaraciones acerca de ti mismo! Un testimonio así no es válido.
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—respondió Jesús—.
15
Ustedes me juzgan con criterios humanos, pero yo no juzgo a nadie.
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Y, si lo hiciera, mi juicio sería correcto en todo sentido, porque no estoy solo. El Padre,
quien me envió, está conmigo.
17
La misma ley de ustedes establece que, si dos personas concuerdan en algo, su testimonio se acepta como un hecho.
18
Yo soy uno de los testigos, y mi Padre, quien me envió, es el otro.
19
—¿Dónde está tu padre? —le preguntaron.
Jesús contestó:
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Jesús dijo todo esto mientras enseñaba en la parte del templo conocida como la tesorería, pero no lo arrestaron, porque aún no había llegado su momento.
21
Advertencia para los incrédulos
Más tarde, Jesús volvió a decirles:
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Por lo tanto, la gente
se preguntaba: «¿Estará pensando suicidarse? ¿Qué quiere decir con “no pueden ir adonde yo voy”?».
23
Jesús continuó diciendo: