49
Sus antepasados comieron maná en el desierto, pero todos murieron,
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sin embargo, el que coma el pan del cielo nunca morirá.
51
Yo soy el pan vivo que descendió del cielo. Todo el que coma de este pan vivirá para siempre; y este pan, que ofreceré para que el mundo viva, es mi carne».
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Entonces la gente comenzó a discutir entre sí sobre lo que él quería decir. «¿Cómo puede este hombre darnos de comer su carne?», se preguntaban.
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Por eso Jesús volvió a decir:
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pero todo el que coma mi carne y beba mi sangre tendrá vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final.
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Pues mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.
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Todo el que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.
57
Yo vivo gracias al Padre viviente que me envió; de igual manera, todo el que se alimente de mí vivirá gracias a mí.
58
Yo soy el pan verdadero que descendió del cielo. El que coma de este pan no morirá —como les pasó a sus antepasados a pesar de haber comido el maná— sino que vivirá para siempre».
59
Jesús dijo esas cosas mientras enseñaba en la sinagoga de Capernaúm.
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Muchos discípulos abandonan a Jesús
Muchos de sus discípulos decían: «Esto es muy difícil de entender. ¿Cómo puede alguien aceptarlo?».
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Jesús estaba consciente de que sus discípulos se quejaban, así que les dijo:
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¿Qué pensarán, entonces, si ven al Hijo del Hombre ascender al cielo otra vez?
63
Solo el Espíritu da vida eterna; los esfuerzos humanos no logran nada. Las palabras que yo les he hablado son espíritu y son vida,
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(Pues Jesús sabía, desde un principio, quiénes eran los que no creían y también quién lo traicionaría).
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Entonces les dijo:
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A partir de ese momento, muchos de sus discípulos se apartaron de él y lo abandonaron.
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Entonces Jesús, mirando a los Doce, les preguntó:
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Simón Pedro le contestó:
—Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes las palabras que dan vida eterna.
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Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.
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Entonces Jesús dijo:
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Se refería a Judas, hijo de Simón Iscariote, uno de los doce, quien más tarde lo traicionaría.