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pues el verdadero pan de Dios es el que desciende del cielo y da vida al mundo.
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—Señor —le dijeron—, danos ese pan todos los días.
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Jesús les respondió:
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Pero ustedes no han creído en mí, a pesar de que me han visto.
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Sin embargo, los que el Padre me ha dado vendrán a mí, y jamás los rechazaré.
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Pues he descendido del cielo para hacer la voluntad de Dios, quien me envió, no para hacer mi propia voluntad.
39
Y la voluntad de Dios es que yo no pierda ni a uno solo de todos los que él me dio, sino que los resucite, en el día final.
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Pues la voluntad de mi Padre es que todos los que vean a su Hijo y crean en él tengan vida eterna; y yo los resucitaré en el día final.
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Entonces la gente
comenzó a murmurar en desacuerdo, porque él había dicho:
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Ellos se decían: «¿Acaso no es éste Jesús, el hijo de José? Conocemos a su padre y a su madre. ¿Y ahora cómo puede decir: “Yo descendí del cielo”?».
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Jesús les contestó:
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Pues nadie puede venir a mí a menos que me lo traiga el Padre, que me envió, y yo lo resucitaré en el día final.
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Como dicen las Escrituras:
“A todos les enseñará Dios”. Todos los que escuchan al Padre y aprenden de él, vienen a mí.
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(No es que alguien haya visto al Padre; solamente yo lo he visto, el que Dios envió).
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»Les digo la verdad, todo el que cree, tiene vida eterna.
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¡Sí, yo soy el pan de vida!
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Sus antepasados comieron maná en el desierto, pero todos murieron,
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sin embargo, el que coma el pan del cielo nunca morirá.
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Yo soy el pan vivo que descendió del cielo. Todo el que coma de este pan vivirá para siempre; y este pan, que ofreceré para que el mundo viva, es mi carne».
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Entonces la gente comenzó a discutir entre sí sobre lo que él quería decir. «¿Cómo puede este hombre darnos de comer su carne?», se preguntaban.
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Por eso Jesús volvió a decir: