30
No puedo yo de mí mismo hacer nada; como oigo, juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, del Padre.
31
Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero.
32
Otro es el que da testimonio de mí; y sé que el testimonio que da de mí, es verdadero.
33
Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él dio testimonio a la verdad.
34
Pero yo no tomo el testimonio de hombre; sino digo estas cosas, para que vosotros seáis salvos.
35
El era lámpara que ardía y alumbraba; mas vosotros quisisteis recrearos por una hora a su luz.
36
Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me haya enviado.
37
Y el que me envió, el Padre, él dio testimonio de mí. Ni nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su parecer.
38
Ni tenéis su palabra permaneciendo en vosotros; porque al que él envió, a éste vosotros no creéis.
39
Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.
40
Y no queréis venir a mí, para que tengáis vida.
41
Gloria de los hombres no recibo.
42
Mas yo os conozco, que no tenéis amor de Dios en vosotros.
43
Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, a aquel recibiréis.
44
¿Cómo podéis vosotros creer, pues tomáis la gloria los unos de los otros? Y no buscáis la gloria que de sólo Dios es.
45
No penséis que yo os tengo que acusar delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien vosotros esperáis.
46
Porque si vosotros creyeseis a Moisés, creeríais a mí; porque de mí escribió él.
47
Y si a sus escritos no creéis, ¿cómo creeréis a mis palabras?