5
Se agachó a mirar adentro y vio los lienzos de lino apoyados ahí, pero no entró.
6
Luego llegó Simón Pedro y entró en la tumba. Él también notó los lienzos de lino allí,
7
pero el lienzo que había cubierto la cabeza de Jesús estaba doblado y colocado aparte de las otras tiras.
8
Entonces el discípulo que había llegado primero a la tumba también entró y vio y creyó,
9
porque hasta ese momento aún no habían entendido las Escrituras que decían que Jesús tenía que resucitar de los muertos.
10
Después cada uno se fue a su casa.
11
Jesús se aparece a María Magdalena
María se encontraba llorando fuera de la tumba y, mientras lloraba, se agachó y miró adentro.
12
Vio a dos ángeles vestidos con vestiduras blancas, uno sentado a la cabecera y el otro a los pies, en el lugar donde había estado el cuerpo de Jesús.
13
—Apreciada mujer, ¿por qué lloras? —le preguntaron los ángeles.
—Porque se han llevado a mi Señor —contestó ella—, y no sé dónde lo han puesto.
14
Dio la vuelta para irse y vio a alguien que estaba de pie allí. Era Jesús, pero ella no lo reconoció.
15
—le preguntó Jesús—.
Ella pensó que era el jardinero y le dijo:
—Señor, si usted se lo ha llevado, dígame dónde lo puso, y yo iré a buscarlo.
16
—dijo Jesús.
Ella giró hacia él y exclamó:
—¡Raboní! (que en hebreo significa “Maestro”).
17
—le dijo Jesús—,
18
María Magdalena encontró a los discípulos y les dijo: «¡He visto al Señor!». Y les dio el mensaje de Jesús.
19
Jesús se aparece a sus discípulos
Ese domingo, al atardecer,
los discípulos estaban reunidos con las puertas bien cerradas porque tenían miedo de los líderes judíos. De pronto, ¡Jesús estaba de pie en medio de ellos!
dijo.
20
Mientras hablaba, les mostró las heridas de sus manos y su costado. ¡Ellos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor!
21
Una vez más les dijo:
22
Entonces sopló sobre ellos y les dijo:
23
Si ustedes perdonan los pecados de alguien, esos pecados son perdonados; si ustedes no los perdonan, esos pecados no son perdonados».
24
Jesús se aparece a Tomás
Tomás, uno de los doce discípulos (al que apodaban el Gemelo),
no estaba con los otros cuando llegó Jesús.
25
Ellos le contaron:
—¡Hemos visto al Señor!
Pero él respondió:
—No lo creeré a menos que vea las heridas de los clavos en sus manos, meta mis dedos en ellas y ponga mi mano dentro de la herida de su costado.