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La boda de Caná
Al día siguiente,
se celebró una boda en la aldea de Caná de Galilea. La madre de Jesús estaba presente,
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y también fueron invitados a la fiesta Jesús y sus discípulos.
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Durante la celebración, se acabó el vino, entonces la madre de Jesús le dijo:
—Se quedaron sin vino.
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—respondió Jesús—.
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Sin embargo, su madre les dijo a los sirvientes: «Hagan lo que él les diga».
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Cerca de allí había seis tinajas de piedra, que se usaban para el lavado ceremonial de los judíos. Cada tinaja tenía una capacidad de entre setenta y cinco a ciento trece litros.
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Jesús les dijo a los sirvientes:
Una vez que las tinajas estuvieron llenas,
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les dijo:
Así que los sirvientes siguieron sus indicaciones.
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Cuando el maestro de ceremonias probó el agua que ahora era vino, sin saber de dónde provenía (aunque, por supuesto, los sirvientes sí lo sabían), mandó a llamar al novio.
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«Un anfitrión siempre sirve el mejor vino primero —le dijo—, y una vez que todos han bebido bastante, comienza a ofrecer el vino más barato. ¡Pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora!».
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Esta señal milagrosa en Caná de Galilea marcó la primera vez que Jesús reveló su gloria. Y sus discípulos creyeron en él.
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Después de la boda, se fue unos días a Capernaúm con su madre, sus hermanos y sus discípulos.
13
Jesús despeja el templo
Se acercaba la fecha de la celebración de la Pascua judía, así que Jesús fue a Jerusalén.
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Vio que en la zona del templo había unos comerciantes que vendían ganado, ovejas y palomas para los sacrificios; vio a otros que estaban en sus mesas cambiando dinero extranjero.
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Jesús se hizo un látigo con unas cuerdas y expulsó a todos del templo. Echó las ovejas y el ganado, arrojó por el suelo las monedas de los cambistas y les volteó las mesas.
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Luego se dirigió a los que vendían palomas y les dijo: