5
Entonces Jesús salió con la corona de espinas sobre la cabeza y el manto púrpura puesto. Y Pilato dijo: «¡Miren, aquí tienen al hombre!».
6
Cuando lo vieron, los principales sacerdotes y los guardias del templo comenzaron a gritar: «¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!».
—Llévenselo ustedes y crucifíquenlo —dijo Pilato—. Yo no lo encuentro culpable.
7
Los líderes judíos respondieron:
—Según nuestra ley, debe morir porque afirmó que era el Hijo de Dios.
8
Cuando Pilato oyó eso, tuvo más miedo que nunca.
9
Llevó a Jesús de nuevo a la residencia oficial
y le preguntó: «¿De dónde eres?». Pero Jesús no le dio ninguna respuesta.
10
—¿Por qué no me hablas? —preguntó Pilato—. ¿No te das cuenta de que tengo poder para ponerte en libertad o para crucificarte?
11
Entonces Jesús le dijo:
12
Entonces Pilato trató de poner en libertad a Jesús, pero los líderes judíos gritaron: «Si pones en libertad a ese hombre, no eres “amigo del César”
. Todo el que se proclama a sí mismo rey está en rebeldía contra el César».
13
Cuando dijeron eso, Pilato llevó de nuevo a Jesús ante el pueblo. Entonces Pilato se sentó en el tribunal, en la plataforma llamada el Empedrado (en hebreo,
).
14
Ya era el día de preparación para la Pascua, cerca del mediodía. Y Pilato dijo al pueblo:
«¡Miren, aquí tienen a su rey!».
15
«¡Llévatelo! ¡Llévatelo! —gritaban—. ¡Crucifícalo!».
—¿Cómo dicen?, ¿qué yo crucifique a su rey? —preguntó Pilato.
—No tenemos otro rey más que el César —le contestaron a gritos los principales sacerdotes.