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Entonces María tomó un frasco con casi medio litro
de un costoso perfume preparado con esencia de nardo, le ungió los pies a Jesús y los secó con sus propios cabellos. La casa se llenó de la fragancia del perfume.
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Sin embargo, Judas Iscariote, el discípulo que pronto lo traicionaría, dijo:
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«Ese perfume valía el salario de un año.
Hubiera sido mejor venderlo para dar el dinero a los pobres».
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No es que a Judas le importaran los pobres; en verdad, era un ladrón y, como estaba a cargo del dinero de los discípulos, a menudo robaba una parte para él.
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Jesús respondió:
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Siempre habrá pobres entre ustedes, pero a mí no siempre me tendrán».
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Cuando todos los habitantes
de esa región se enteraron de que Jesús había llegado, corrieron en masa para verlo a él y también a Lázaro, el hombre al que Jesús había resucitado de los muertos.
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Entonces los principales sacerdotes decidieron matar a Lázaro también,
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ya que, por causa de él, muchos los habían abandonado a ellos
y ahora creían en Jesús.
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Entrada triunfal de Jesús
Al día siguiente, la noticia de que Jesús iba camino a Jerusalén corrió por toda la ciudad. Una gran multitud de visitantes que habían venido para la Pascua
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tomaron ramas de palmera y salieron al camino para recibirlo. Gritaban:
«¡Alabado sea Dios!
¡Bendiciones al que viene en el nombre del Señor
!
¡Viva el Rey de Israel!»
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