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División de la tierra al occidente del Jordán
Las demás tribus de Israel recibieron porciones de tierra en Canaán asignadas por el sacerdote Eleazar, por Josué, hijo de Nun, y por los jefes de las tribus.
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Esas nueve tribus y media recibieron sus porciones de tierra mediante un sorteo sagrado, según el mandato que el Señor
había dado por medio de Moisés.
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Moisés ya les había asignado una porción de tierra a las dos tribus y media que estaban al oriente del río Jordán, pero no había entregado ninguna porción a los levitas.
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Los descendientes de José se habían separado en dos tribus distintas: Manasés y Efraín. Y a los levitas no se les dio ninguna porción de tierra, únicamente ciudades donde vivir, rodeadas de pastizales para sus animales y posesiones.
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De modo que se distribuyó la tierra exactamente según las órdenes que el Señor
había dado a Moisés.
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Caleb solicita su tierra
Una delegación de la tribu de Judá, dirigida por Caleb, hijo de Jefone, el cenezeo, se presentó ante Josué, quien estaba en Gilgal. Caleb le dijo a Josué: «Recuerda lo que el Señor
le dijo a Moisés, hombre de Dios, acerca de ti y de mí cuando estábamos en Cades-barnea.
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Yo tenía cuarenta años cuando Moisés, siervo del Señor
, me envió desde Cades-barnea a que explorara la tierra de Canaán. Regresé y di un informe objetivo de lo que vi,
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pero los hermanos que me acompañaron asustaron tanto al pueblo que nadie quería entrar en la Tierra Prometida. Por mi parte, seguí al Señor
mi Dios con todo mi corazón.
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Así que, ese día, Moisés me prometió solemnemente: “La tierra de Canaán, por donde recién caminaste, será tu porción de tierra y la de tus descendientes para siempre, porque seguiste al Señor
mi Dios con todo tu corazón”.
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»Ahora, como puedes ver, en todos estos cuarenta y cinco años desde que Moisés hizo esa promesa, el Señor
me ha mantenido con vida y buena salud tal como lo prometió, incluso mientras Israel andaba vagando por el desierto. Ahora tengo ochenta y cinco años.
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Estoy tan fuerte hoy como cuando Moisés me envió a esa travesía y aún puedo andar y pelear tan bien como lo hacía entonces.
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Así que dame la zona montañosa que el Señor
me prometió. Tú recordarás que, mientras explorábamos, encontramos allí a los descendientes de Anac, que vivían en grandes ciudades amuralladas. Pero si el Señor
está conmigo, yo los expulsaré de la tierra, tal como el Señor
dijo».