11
»Sin embargo, cuando él se acerca no puedo verlo;
cuando se mueve, no lo veo pasar.
12
Si arrebata la vida de alguien, ¿quién podrá detenerlo?
¿Quién se atreve a preguntarle: “¿Qué haces?”?
13
Dios no contiene su enojo;
aun los monstruos del mar
son aplastados bajo sus pies.
14
»Así que, ¿quién soy yo para intentar responder a Dios
o incluso razonar con él?
15
Aunque yo tuviera razón, no tendría ninguna defensa;
sólo podría rogar misericordia.
16
Y aunque lo llamara y él me respondiera,
dudo que me preste atención.
17
Pues él me ataca con una tormenta
y vez tras vez me hiere sin motivo.
18
No me deja recobrar el aliento
sino que me llena de amargas tristezas.
19
Si es cuestión de fuerza, él es el fuerte,
y si de justicia, ¿quién se atreverá a llevarlo al tribunal?
20
Aunque soy inocente, mi boca me declararía culpable,
aunque soy intachable, la misma boca
demostraría que soy malvado.
21
»Soy inocente,
pero para mí no marca ninguna diferencia;
desprecio mi vida.