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¿Acaso he cubierto mis transgresiones como Adán, ocultando en mi seno mi iniquidad,
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porque temí a la gran multitud, o el desprecio de las familias me aterró, y guardé silencio y no salí de mi puerta?
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¡Quién me diera que alguien me oyera! He aquí mi firma. ¡Que me responda el Todopoderoso! Y la acusación que ha escrito mi adversario,
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ciertamente yo la llevaría sobre mi hombro, y me la ceñiría como una corona.
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Del número de mis pasos yo le daría cuenta, como a un príncipe me acercaría a El.
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Si mi tierra clama contra mí, y sus surcos lloran juntos;
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si he comido su fruto sin dinero, o si he causado que sus dueños pierdan sus vidas,
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¡que en lugar de trigo crezcan abrojos, y en lugar de cebada hierba maloliente! Aquí terminan las palabras de Job.